Artículos de Opinión de Velázquez

A continuación exponemos 2 artículos de opinión, escritos por Ignacio Velázquez, sobre el miedo que impera entre multitud de personas de la órbita del PP y el boicot que los populares de Melilla ejercen y han ejercido contra el:

FEDESME, LA CÓLERA DE DIOS
Aguirre, la cólera de Dios, es una maravillosa película de 1972 obra del cineasta alemán Werner Herzog y protagonizada por el actor de la misma nacionalidad Klaus Kinski, es considerada una de las joyas del cine alemán donde se narra el viaje del conquistador español Lope de Aguirre por la cuenca del río Amazonas en busca de la ciudad de oro de los incas. La película describe la ira, la intolerancia y los excesos a los que somete el conquistador al resto de sus compañeros  expedicionarios y, por supuesto, a los indígenas. Tiene un objetivo que alcanzar: El Dorado, y toda actuación y comportamiento son válidos con tal de conseguir el fin planeado. Nada ni nadie le hará variar su plan trazado. Está dispuesto a utilizar todos los medios necesarios a su alcance con tal de lograr sus fines.
No sé la razón por la que mi subconsciente ha evocado esta extraordinaria película después de la presentación de FEDESME. La verdad es que no hay una relación directa entre la agresividad de Aguirre y el comportamiento de determinados miembros de mi partido con motivo de la cena de presentación de la fundación mencionada. No, ciertamente, no hay mucho parecido, aunque sí existe un elemento común que los conexiona, la cólera, la ira con las que se ha actuado. Recordemos que el insigne filósofo mallorquín Raimundo Llul definía la ira como la perturbación de la facultad de recordar, entender y querer. Y por esa perturbación, el recuerdo se convierte en olvido, el entender en ignorancia, y el querer en iracundia. Sólo conociendo esta obnubilación del entendimiento que ocasiona la ira se puede comprender algunos de los desatinos, presiones, amedrentamientos, comentarios y demás sandeces que han propalado algunos de mis queridos compañeros de partido, alguno de ellos autodenominados “ex-amigos” míos, en mi reciente llegada a Melilla.
No se puede diagnosticar de otra forma como no sea la de obnubilación de la razón, la furibunda campaña que se ha realizado entre los afiliados al partido para que no acudieran a la presentación de la fundación. De esperpéntico podemos catalogar el comunicado del partido desmarcándose de la cena. Supongo que esta aclaración se realizará con todas aquellas cenas que no organice sólo y exclusivamente el partido. De espía cutre y barato se pueden calificar los sms que se cruzaron la misma noche de la cena para elaborar la lista negra de apestados que asistieron como comensales. Ridículas resultaron las admoniciones y reprobaciones que se efectuaron a determinados jóvenes que acudieron a la presentación, advirtiéndoles de las peligrosas consecuencias que podía tener la magna osadía de acudir a un acto social.
Por si la cascada de disparate era pequeña, hay que sumarle algunos comportamientos peculiares de determinados miembros del gobierno. Uno de ellos, con voz bitonal, ha llegado a afirmar, y asegurar, a un buen amigo común que mi intención es, nada más y nada menos, que marroquinizar Melilla, que detrás de FEDESME no hay otra cosa que capital marroquí. Se pueden decir barbaridades y fabulaciones más alto, pero, desde luego, no más falsas. Entre otras lindezas sostiene que no vuelvo a Melilla por mis méritos profesionales sino traído de la mano de no sé qué poder fáctico.
Otrora buen amigo, consejero no electo, en todo este embrollo por ellos organizados, cuando se refiere a mí lo hace como “el condenado”. Sí, sí es cierto, fui inhabilitado por causa administrativa y ya he pagado mi pena. Lo que no recuerda este hombre, es que lo que hice fue por mandato de “nuestro” partido, que fue aprobado por todos los órganos colegiados, en los que él, el de la mala memoria, votó a favor de lo que hice y por lo que fui condenado. Yo sacrifiqué mi vida política por el partido y gracias a eso, a lo mejor, él sigue cobrando del erario público.
Me duele en el alma esta voraz cólera que ha desplegado determinados cargos de mi partido por mi vuelta a Melilla. Mientras que ninguno de estos toscos conspiradores  ni siquiera ha tenido la delicadeza o curiosidad de preguntarme absolutamente nada, se permiten la temeridad de juzgar, pontificar y condenar sin conocimiento de causa. Desgraciadamente, todo lo que relato no son rumores, sino hechos que conozco de primera fuente.
Como colofón a todos estos despropósitos, ningún cargo del Partido Popular ni del Gobierno asistió al homenaje que se les tributó a seis personalidades melillenses fallecidas. Mientras que el resto de fuerzas políticas mandó algún representante, mi partido, el único partido al que he pertenecido durante veinte años, aquel del que fui presidente, aquel con el colaboré de forma activa para que UPM se disolviera en sus siglas, aquel al que siempre he servido con honestidad y al que ahora, de nuevo, me he vuelto a ofrecer para lo que quieran; los cargos de este partido al que no reconozco, no sólo vomitan comentarios bazofias sobre mí, sino que  se confabulan para no asistir a un acto de presentación de algo tan perverso como una fundación para el estudio y desarrollo de Melilla.
Esto en medicina se denominaría hiperergia, es decir, exageración de la facultad de reacción ante una sustancia. Reacción extrema frente a un estímulo menor. En esta espiral de reacciones desproporcionadas sólo faltaría que el partido promoviera una convención para competir con la cena de FEDESME. Sería la comprobación que la ira obnubila el entendimiento. Todavía no se han enterado que jugamos en ligas distintas.
Fdo. Ignacio Velázquez Rivera

LIBERTAD SIN IRA
Los que ya tenemos cierta edad recordamos con verdadera nostalgia esta vieja canción que, en la década de los setenta, popularizó un grupo musical onubense llamado Jarcha. Era una época de cambios. La tan denostada, últimamente, transición, se habría camino con dificultad entre los inmovilistas y los que propiciaban la ruptura. Nuevos aires empezaban a respirarse en España y todos nos sentimos motivados y emocionados ante el nuevo horizonte de libertad que se vislumbraba en nuestro país.  Para todos estos cambios y nuevas esperanzas, “Libertad sin ira”, no era una canción más, era todo un himno que sintetizaba la ilusión de una generación entera.
Reconozco que escribo estas líneas con cierta nostalgia, y digo cierta, pues la excesiva nostalgia, como todos sabemos, conduce a la melancolía, igual que los empeños imposibles, y tal y como está la situación no debemos caer en la tediosa melancolía pues nos llevaría a la inacción, ni considerar que nos encontramos ante empeños imposibles porque nos dominaría la impotencia.
Nunca pensé que, transcurrido treinta años de este viejo símbolo musical de remembranza de tiempos de libertad, se pudiera convertir en un canto de rabiosa actualidad y un nuevo altavoz  que pregonase  lo que necesita Melilla.
He vuelto a Melilla con la ilusión de devolver algo a la sociedad que tanto me ha dado en mi larga etapa inicial. Aportar algo a la mejora de la calidad asistencial de los melillenses desde mi trabajo en el hospital y participar en la sociedad civil de forma activa con la creación de un instrumento eficaz y positivo como creo que es Fedesme.
Debo reconocer que esa ilusión inicial se ha visto sorprendida por determinados comportamientos y actitudes, pero especialmente con el temor que he detectado, y algunos hasta me han confesado, en cierto sector social melillense.
Mi impresión, y digo mía porque no me considero en posesión absoluto de la verdad, es que  determinada parte de la sociedad melillense está imbuida de un miedo intrínseco a decir algo libremente o a participar de algún acto por temor a la reacción de algún poder fáctico perfectamente identificado.
Ese temor que impregna parte de nuestra sociedad es de dos tipos. Uno, es un temor explícito y provocado por veladas, taimadas o, en otras ocasiones, claras amenazas o advertencias a acudir libremente a una cena o una conferencia. El otro miedo es peor, pues no precisa de nadie para divulgarlo. Es un temor inducido, un temor autoimpuesto, un temor espontáneo, no por lo que le hayan dicho, sino lo que es peor, por lo que le puedan hacer. Es como una autocensura. No digo esto, no acudo a esta cena o no voy a tal sitio por lo que pueda pasar.
Estos temores retratan perfectamente lo que se está viviendo hoy en Melilla en torno a simpatizantes o militantes de un partido político.
He podido experimentar en primera persona cómo gente se disculpaba de acudir a los actos en los que iba a intervenir yo porque expresa y tajantemente así se les había prohibido, mientras que otros, los del temor inducido, se excusaban, con auténtico pánico, por diversas razones: “tengo un hijo que se va a presentar a las oposiciones de bomberos y tú ya sabes…”, “es que mi Asociación recibe subvenciones…”, “perdona, pero mi sobrina tiene un contrato temporal y…”.
Lo peor de esto que les estoy relatando es que no forma parte de la legítima invención literaria sino que son casos concretos, ciertos y con nombres y apellidos. Y a esto no hay derecho. No hay derecho que en pleno siglo XXI se coaccione y se cercene algo tan sagrado como la libertad de expresión, de ideas y se presione a ciudadanos libres para que no actúen acorde a sus creencias o convicciones.
Creo que frente a estos tiránicos comportamientos hay que contraponer la rabia de una sociedad que no debe estar sometida a este permanente amedrentamiento. En democracia hay otra forma de actitud, es necesario que exista otro estilo, más tolerante, más permisivo, más dialogante, menos irascible, menos despótico y menos intervencionista.
Hay libertad sin ira, pero aquella no viene como el maná en el desierto, hay que buscarla, encontrarla, luchar por ella y conquistarla. Es uno de los derechos más preciados que tenemos y estamos en la obligación de ejercitarlo constantemente para que cada vez tenga más músculo y se haga más fuerte en nuestro interior. No podemos hacer dejación de ella ni en las cosas más nimias, pues el que ceja en lo ínfimo, también lo hará en lo grande. No podemos permitirnos el lujo de rendir parte de nuestra condición de persona.
La libertad se conquista día a día, defendiendo frente al poderoso nuestras ideas,  creencias y filias, sin hacer apostasía de ellas ante sutiles amenazas.
Por supuesto que hay libertad sin ira, y como decía el grupo onubense: “y si no la hay sin duda lo habrá”. Todo lo que vale  cuesta, pero con esfuerzo se puede alcanzar hasta el más remoto objetivo. Como decía el gran Julio César “Nada es tan difícil que no pueda conseguir la fortaleza”.
Fdo. Ignacio Velázquez